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REGRESAR AL AMOR ES NUESTRA MÁS URGENTE NECESIDAD.

Mientras no nos hagamos conscientes de nuestras carencias, compulsiones, adicciones, ciclos sin cerrar, resentimientos, miedos (los que heredamos de nuestros padres y los que fabricamos nosotros)… en fin, mientras no concienciemos nuestra propia falta de Amor, ¿cómo vamos a encontrar Amor en el prójimo?

Si no somos imagen y semejanza del Amor… ¿cómo esperamos reflejarlo en nuestras parejas? ¿Cómo vamos a tener la libertad de amar cuando nuestra mente es una cárcel con barrotes templados en el infierno de rencores añejos, soledades actuales, manías indeclinables y terrores futuros? ¿Somos emocionalmente responsables? Nuestra pareja es la respuesta…

Nos llenamos de preguntas tales como:
¿Por qué me cuesta tanto ser feliz?
¿Será que la felicidad me está vedada?”.
¿Por qué he sentido que no valgo nada?
Hago terapia, pero ¿porqué siento que no da resultado?
¿No sé porqué en mi corazón hay un mar de odio, indignación y desolación?
Soy un luchador pero ¿por qué no alcanzo la felicidad?

Para responder a cuestiones tan profundas la respuesta es muy simple: Toda circunstancia no resuelta en nuestra Vida se reduce a un único problema: falta de Amor.

Regresar al Amor es nuestra más urgente necesidad

Debes hacer un viaje en el tiempo, a esa época en que eras apenas un niño o niña: Seguramente, encontrarás cosas en común y otras no te serán familiares.
Cosas como la a muerte de un ser querido, la separación de los padres, una relación de pareja disfuncional, relaciones afectivas muy pobres falta de espiritualidad, sentimientos de ira, épocas de infinita tristeza, graves enfermedades.

Debes encontrar que cosas marcaron tu vida en forma negativa, porque  nuestra manera de relacionarnos con los demás fluye a partir de lo que aprendimos en la infancia de nuestros padres.

Las cosas no tienen porqué ser iguales para todos. La decisión de regresar al Amor o exiliarse de Él siempre es nuestra.

Mientras no nos hagamos conscientes de nuestras carencias, compulsiones, adicciones, ciclos sin cerrar, resentimientos, miedos (los que heredamos de nuestros padres y los que fabricamos nosotros)… en fin, mientras no nos concienticemos de nuestra propia falta de Amor, ¿cómo vamos a encontrar Amor en el prójimo?

Si no somos imagen y semejanza del Amor… ¿cómo esperamos reflejarlo en nuestros hijos y en nuestras parejas?

¿Cómo vamos a tener libertad para amar cuando nuestra mente es una cárcel sellada con barrotes en el infierno de rencores añejos, soledades, manías y miedos?

Nuestras relaciones de pareja (o la ausencia de ellas) no son más que un fiel reflejo de nuestra realidad interior.

Extendemos la guerra que hay en nuestra Alma, en nuestro corazón, escogemos a nuestro más fiel y fiero contrincante… ¡Para odiarnos hasta que el divorcio, el tedio o la muerte nos separen!

El Amor no llega a nuestra Vida porque no somos Amor.

Esta historia te puede resultar conocida, porque hoyen día se repite con frecuencia en muchas parejas:
1 Te enamoras de la persona indicada.
2 Todo es fiesta en los inicios.
3 Luna de miel de tres meses.
4 Unos meses de ensueño.
5 Comienzan a aflorar los fantasmas internos y las heridas emocionales de cada quien.
6 Luego vienen interminables discusiones; infinitas argumentaciones y contra argumentaciones.
7 Luego un neurótico afán por tener la razón.
8 Una disputa por ver quién domina al otro.
9 En este punto, la dulzura inicial ya ha degenerado en un trato hosco, abiertamente hostil; cotidianidad del insulto, adicción al sarcasmo;
10 Uno o dos años después, la relación termina de manera abrupta: Una rabieta; una acalorada discusión, alguno se aleja argumentando que no desea volver a ver al otro
11 Una última llamada telefónica
12 Un intempestivo corte de una llamada.

La respuesta a todo esto es simple: Si el Amor no llega a mi Vida es porque yo mismo no soy Amor.

¡Los responsables nomos nosotros y nadie más!. Tenga en cuenta que la palabra es “responsable” y no “culpable”, porque ser “responsable” es la persona que es capaz de dar respuesta a las situaciones de la Vida. Si se utiliza el rol de “culpable” quiere decir que ya no es capaz de dar respuestas y que lo único que merece es un contundente castigo.

Confucio decía que “un error es una equivocación que no ha sido corregida”. Esa es la saludable perspectiva del Amor (y la del Dios que es Amor). Nuestras fallas deben ser corregidas, no castigadas. En tal sentido, cuando observemos que algo no funciona en nosotros, ¡por favor!, no nos culpemos, no nos condenemos, simplemente, corrijamos.

La responsabilidad es una actitud sanadora, que nos hace recuperar nuestro poder personal y nos permite transformar nuestras existencias. La responsabilidad nos instala en el tiempo presente porque no importa lo que hayamos hecho en el pasado: el pasado siempre puede ser trascendido, corregido, dejado atrás. En palabras de Deepak Chopra: “Si pudieras vivir en este instante presente, serías inmensamente feliz”.

La culpabilidad es un sentimiento neurótico que eterniza manías, miedos, adicciones, conflictos y venganzas. Nos desaloja del tiempo presente y nos instala de lleno en los remordimientos del pasado, en los apocalipsis del futuro. Es fuente permanente de dolor; entontece nuestros pensamientos; mutilan nuestra cordura.

Sólo cuando nos damos cuenta de que somos los responsables por los que nos sucede, lo cual incluye nuestras relaciones sentimentales, es que podemos empezar a hacer drásticas correcciones en nuestro estilo de Vida.

Mientras culpemos a los demás de nuestro caos, en especial, a nuestras parejas, será imposible cambiar nuestra realidad afectiva.

¿Somos emocionalmente responsables? Nuestra pareja es la respuesta… Ella es nuestro espejo.

La mayoría de las relaciones de pareja están constituidas por personas que, hasta ahora, no se han hecho responsables de su realidad mental, emocional y espiritual; no han sanado las heridas heredadas de sus padres ni han concienciado su profunda separación del Amor.

Y cuando nos creemos separados del Amor, se suscita en nosotros una percepción que castra toda posibilidad de unidad con la pareja: nuestra percepción de escasez.

Sí, la verdad es que la gran mayoría de nosotros nos percibimos como seres incompletos. Cunden en nuestra mente cientos y cientos de miedos… y cada miedo (la emoción opuesta al Amor) es un recordatorio de lo incompletos y escasos que somos, es un obstáculo que impide vivenciar el Amor a plenitud.

Para llenar la escasez que experimentamos y encontrar aquellos atributos de los que supuestamente carecemos, nos relacionarnos con una pareja para que nos  ayudemos y nos complementemos. Pero de este tipo de unión nunca surge abundancia: sólo multiplica la escasez. Como no podemos buscar la abundancia en algo donde no hay (Amor) proyectamos en nuestra pareja lo que sí abunda  que son nuestros sentimientos de carencia, privación y culpa.

Cuando nuestra guerra interior se unifica con nuestra novia (o), esposa (o) o compañera (o), creemos que ella/él es quien nos despoja de la Paz que nosotros mismos nos hemos arrebatado.

Así, al proyectar la culpa sobre nuestra pareja, la usamos como amargo substituto del Amor. La culpa extiende nuestras miserias, desdichas, aflicciones… ¡y hace que nuestro infierno personal se convierta en infierno compartido con nuestra pareja!

¿Cómo saber si somos mental, emocional y espiritualmente responsables? Muy fácil: contemplemos en la pareja lo que nuestro Amor ha proyectado… ¡ella es nuestro espejo, nuestra respuesta!

Debemos transformar la miseria afectiva en amorosa abundancia

El río fluye hacia el mar, no al revés. Del manantial mana agua. Nuestra fe puede mover montañas, pero antes, es requisito indispensable que encontremos en nuestro interior ese inmenso poder.

De igual manera, no busquemos el Amor afuera, ¡allí jamás lo descubriremos!: primero hallémoslo dentro de nosotros mismos, sólo así podremos extenderlo hacia los demás.

Pero, ¿cómo hallarlo?
¿Cómo transformar nuestra escasez afectiva en amorosa abundancia?
Bueno, ése puede ser el trabajo de toda una Vida¡o de un instante! Es nuestra decisión.

Este es el trabajo más interesante, divertido y trascendente que puedas emprender en la vida.

Para hallar el Amor, tenemos que despejar los obstáculos que nosotros mismos creamos para separarnos de Él. Sólo eso.

Claro, “sólo eso” puede llevarnos toda una vida.

Y en realidad, no hay “obstáculos” solo es miedo.

El miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos.
No hay miedo en el mundo que tú mismo no hayas sembrado en él.

El miedo contempla la culpabilidad con la misma devoción que el Amor se contempla a sí mismo

El Amor pasa por alto aquello en lo que el miedo se cebaría.

Lo que el miedo exige, el Amor ni siquiera lo puede ver.

Si reflexionas sobre esto y cambias tu actitud, nunca más verás el miedo y si llega sabrás como manejarlo.

Si haces todo con amor, sólo verás lo bello y lo puro, lo tierno y lo bondadoso: Deberás tener cuidado de que no se escape ningún acto de caridad, ninguna expresión de perdón, ni ningún mensaje de Amor y ninguna expresión de perdón: ¡esto es clave!

Es fácil saber cuándo el miedo está haciendo estragos en nuestra visión del mundo: siempre nos hace sentir culpables, inferiores o muy superiores, o separados del prójimo.

El sistema de pensamiento del Amor te hace percibir al otro como hermano o hermana, ni por encima ni por debajo de ti;

La visión amorosa quita poder a las culpas y trasciende las supuestas diferencias que nos separan de los demás; nos permite asimilar la sensación de ser Uno con el resto de los seres… y sólo desde allí podemos vivir la verdadera experiencia del perdón.

El “falso perdón” también nace del miedo, concede el perdón al victimario “como una gracia” y  con frecuencia, se “perdonan” con ese perdón que nada perdona, que nada olvida, son solo viejos odios acumulados y nuevos odios por venir. De tal suerte que podemos pasar años en una relación de almas separadas unidas para victimizar y victimizarse.   

El auténtico perdón nacido en el seno del Amor es mucho más sencillo: surge cuando nos hacemos responsables de nuestras acciones, trascendemos la adicción de culpar al prójimo y dejamos atrás el juego de jueces y reos, víctimas y victimarios; el verdadero perdón reconoce que lo que supuestamente nos hicieron otros, en realidad, nos lo hicimos nosotros mismos; así las cosas, perdonamos a nuestros semejantes por lo que no nos hicieron… ¡y nos perdonamos a nosotros mismos por no habernos hecho responsables de nuestros asuntos y relaciones en este tiempo presente!

El Amor siempre perdona a sus enemigos.

El perdón siempre será necesario mientras contemples en el prójimo a un contrincante, a un oponente (sobre todo, cuando ese rival es tu pareja); pero cuando nuestra percepción está saturada de Amor incondicional, el perdón deja de ser necesario, pues el Amor es incapaz de contemplar enemigo alguno.

El que es tu enemigo es a quien debes amar. Este es un ser viviente o una cosa que no es sino fruto de tu propia creación

Puedes ver a un enemigo, cuando primero le hayas dado forma y luego contemples el objeto de tu propia concepción

Solo “Ama a tus enemigos” lo cual es idéntico a decir “No tienes enemigos”.
El Amor no mide con la vara de la justicia humana, sino con la misericordia divina.

La única justicia que puedes hacer ahora es la de la misericordia y la caridad hacia todos.

A la mayoría de nosotros nos llevará algún tiempo alcanzar esta visión tan clara de las cosas.

Porque es evidente que cuando nos alejemos del sistema de pensamiento del miedo (basado en la culpa y el ataque) al sistema de pensamiento del Amor (basado en la responsabilidad y el perdón), pasamos por un período de transición, una zona grisácea (como la que muy posiblemente estamos recorriendo la mayoría de nosotros).

Es normal mal porque estamos hartos de fabricar relaciones neuróticas, pero es que aún estamos aprendiendo a manejar el lenguaje del Amor que empieza a manar de nosotros. No se trata solo de establecer “relaciones santas, sino de ser honestos consigo mismos y ser conscientes de ese “mar de odio” interior que aún hay que limpiar, regenerar y sanar.

Al conocer esta forma de vida, el Amor ya está haciendo sentir en ustedes sus benignos efectos: la firme voluntad de romper el ciclo del miedo, la culpa y el desamor; la renuencia a repetir errores y lo más importante, el afán de corregirlos; la actitud de buscar ayuda, en los amigos, en los libros, en los guías, en la oración, en las disciplinas espirituales, y sobre todo en Dios que es Amor.

Luego vendrá un creciente estado de confianza, una gradual curva de mejora (con sus eventuales caídas y retrocesos); finalmente, en la medida que transformemos cada culpa en gozoso aprendizaje, cada rencor en perdón, cada enemigo en amado prójimo, cada miedo en fulgurante alegría, todas las ayudas y requerimientos que necesitemos en nuestro viaje de regreso al Amor aparecerán

El cantautor español José Luis Perales pinta muy bellamente la experiencia del afecto incondicional en esa inmejorable plegaria que es su canción “Por Amor”:

Es hermosa la vida si hay Amor
Es hermoso el paisaje si hay color
Es hermoso entregarse por entero a alguien
Por Amor
Por Amor

Es más corto el camino si somos dos
Es más fácil fundirse si hay calor
Es mejor perdonarse que decir “lo siento”
Es mejor
Es mejor

Por Amor
Es fácil renunciar y darlo todo sonriéndote
Por Amor
Es fácil abrazar a tu enemigo sonriéndole
Por Amor
Es más fácil sufrir la soledad
Por Amor
Es más fácil vivir en libertad



El Amor siempre sonríe cuando perdona y abraza a sus enemigos.

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