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NUESTROS PADRES


Padres y madres…  héroes del hogar.

Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando estos estereotipos. Hasta que un día el padre héroe comienza a pensar todo el tiempo, protesta bajito y habla de cosas que no tienen ni pies ni cabeza.

La heroína del hogar comienza a tener dificultades para terminar las frases y empieza a enojarse con casi todo.

-“¿Qué hicieron papá y mamá para envejecer de un momento a otro?”
Envejecieron... ¡Nuestros padres envejecieron! Nadie nos había preparado para esto.

Un buen día ellos pierden la compostura, se vuelven más vulnerables y adquieren unas manías tontas. Están cansados de cuidar de los otros y de servir de ejemplo. Ahora llegó el momento para ellos de ser cuidados y contemplados por nosotros.

Tienen muchos kilómetros andados y lo saben todo, y lo que no saben, lo inventan. No hacen más planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico les prohibió. Tienen manchas en la piel. De repente están tristes. Pero no están vencidos u obsoletos. Se trata de que los hijos comprendan que esto es parte del ciclo de la vida.

Es complicado aceptar que nuestros héroes y heroínas ya no tienen el control de la situación. Son frágiles y un poco olvidadizos, tienen ese derecho, pero seguimos exigiendo de ellos la energía de una persona joven.

No admitimos sus flaquezas, su tristeza. Nos sentimos irritados y hasta llegamos a gritarles si se equivocan, o si no entienden las cosas del mundo moderno, y encima no tenemos paciencia para oír por milésima vez la misma historia que cuentan como si terminaran de haberla vivido.

En vez de aceptar con serenidad el hecho de que han adoptado un ritmo más lento con el pasar de los años, nos irritamos porque sentimos que han destruido nuestras expectativas, las expectativas de que serían indestructibles como los super-héroes.

Provocamos discusiones inútiles y nos enojamos con ellos, insistiendo que todo siga como siempre fue. Nuestra intolerancia sólo puede ser miedo, miedo de perderlos y miedo de perdernos, miedo de también dejar de ser lúcidos y joviales. Con nuestros enojos lo único que hacemos es provocar más tristeza en aquéllos que un día sólo procuraron darnos alegrías.

Debemos entender que la naturaleza es sabia y nos va “desconectando” de la realidad cotidiana para pasar a una etapa de contemplación, observación, admiración, recordación, donde son otras las prioridades. Los nietos llegan como el postre del matrimonio y comienza una nueva etapa de la vida. Las barreras generacionales son muy grandes entre abuelos, padres y nietos y a todos nos cuesta comprender.

¿Por qué no conseguimos ser para ellos un poco de lo que ellos fueron para nosotros? ¡Cuántas veces estos héroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, cuidándonos nuestras enfermedades!

Y nos enojamos cuando ellos se olvidan de tomar sus remedios. Y al pelear con ellos los dejamos llorando, tal cual criaturas que fuimos un día.

El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero es difícil aceptar las etapas de los otros... Sobre todo cuando esos otros fueron nuestros pilares, aquéllos a los que siempre podíamos volver y sabíamos que estarían con sus brazos abiertos, y que ahora están dando señales de que un día partirán sin nosotros.

Hagamos por ellos hoy lo mejor, lo máximo que podamos, para que mañana cuando ellos ya no estén... podamos recordar con cariño sus sonrisas de alegría y no las lágrimas de tristeza que ellos hayan podido derramar por causa nuestra.

Al final, nuestros héroes de ayer... serán nuestros héroes eternamente...
MAMÁ Y PAPÁ...
¡GRACIAS!

Nota:
  • No te olvides de educar a tus hijos para que sean sensibles y respetuosos frente a los mayores.
  • La mejor educación que les puedes dar, está en el buen ejemplo.
  • Ellos finamente serán quienes elegirán tu auspicio cuando estés viejo.


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