Acepta tus emociones, piérdeles el
miedo y siéntelas. No reprimas esa energía que recorre tu cuerpo.
Cuando
sientas una emoción, busca un lugar calmado, respira, relájate y obsérvala:
¿Dónde la sientes? ¿En la garganta o en
el pecho, ¿en tu plexo solar, en el estómago o en tu bajo vientre?
¿Es
fría, caliente? ¿Es como un nudo, como una contracción? ¿Sientes un vacío o una
opresión?
Sin
batallar ni quejarte, identifica
esa emoción, piensa qué te enseña y dale gracias por traerte un mensaje.
Cuando le prestas atención, dejas de luchar en contra de ella y la liberas, la sensación corporal se disipa y te sientes mejor.
Las emociones no son ni buenas ni malas, simplemente surgen de tus
estados de ánimo y de la mente.
Si te
dedicas logras ser dueño de tu mente y de tus emociones. Eso es lo que han hecho siempre los sabios.
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