Espiritualidad no es la práctica de
determinados ritos, es una visión amorosa y profunda de la vida, es amor
incondicional.
Es
fundirse con Dios y gozar ese deslumbramiento, vivirlo, y caminar siempre en su
presencia.
Cuando eres espiritual respiras otro
aire y ves lo que otros no ven, atrapados por lo material.
Sigues
confiando y aceptas que el alma se purifica en las pruebas, del mismo modo que
los metales lo hacen en el fuego.
También
cargas tu cruz, pero no reniegas ni te quejas. Estás en paz y comunicas paz. En
realidad no das amor, eres amor.
Espiritualidad es trascender. Una buena
estrategia, mejor aún, la única para encontrarle un sentido a la vida.
Eso
pide ir más allá de lo aparente y percibir una intención divina en el universo,
incluso con lo trágico o absurdo.
Lo vives si te aquietas, sientes a Dios
en tu interior y solo vibras en el amor; te sientes uno con todo y te liberas
de falsos apegos.
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