Sin Limites es la conferencia de Nick Vujicic
subtitulada en español
Nick, el hombre sin brazos ni piernas, actor de
el circo de la mariposa, conferencista motivacional y, sobre todo, un ejemplo
de vida sin límites.
Una
vida sin límites
El
coro estaba comenzando su canción de apertura cuando entré en mi silla de
ruedas.
El
servicio estaba a punto de empezar, por lo que me senté en un banco al frente
de la congregación que llenaba el enorme templo y comencé a prepararme
mentalmente para mi discurso.
Ésa
era la primera vez que me dirigiría a la gente de la avenida Knott y no
esperaba que supieran demasiado de mí, así que me sorprendió mucho cuando, por
encima de las voces del coro, alguien gritó: «¡Nick!, ¡Nick!».
No
reconocí la voz y ni siquiera creí que yo fuera el «Nick» al que estaban
llamando, pero, cuando me di la vuelta, vi a un caballero mayor que me
saludaba. «¡Nick! ¡Por aquí!», me gritó de nuevo.
Cuando
vio que había captado mi atención, me señaló a un joven que estaba junto a él,
en medio de la multitud en la iglesia, y parecía que el joven tenía un bebé en
los brazos. Había tanta gente que al principio sólo pude ver un destello de los
brillantes ojos, un mechón de cabello castaño y la enorme sonrisa del bebé al
que le faltaban algunos dientes. Luego el hombre elevó al pequeño por encima de
la multitud para que lo pudiera ver mejor.
La imagen completa me llenó con una ola
de sensaciones tan intensas que, de haber tenido rodillas, se me habrían
doblado. El pequeño era igual a mí. No tenía brazos ni piernas, sólo un pequeño
pie como el mío. A pesar de que sólo tenía 19 meses, era exactamente igual a
mí.
Entonces
comprendí por qué los dos hombres tenían tanto interés en que lo viera. Más
adelante me enteré de que el nombre del bebé era Daniel Martínez y que era hijo
de Chris y Patty. Se suponía que yo me estaría preparando para mi discurso,
pero al ver a Daniel — al verme a mí mismo en ese pequeño — se detonó un
remolino de sensaciones tan grande que no podía concentrarme. Primero sentí
compasión por él y por su familia.
Si no puedes obtener un milagro, conviértete en él después me
bombardearon memorias muy agudas y emociones de angustia al recordar cómo me
había sentido de pequeño y comprendí que él debía estar pasando por lo mismo.
Yo sé cómo se siente, pensé. Yo ya pasé por lo que él va a experimentar.
Al
ver a Daniel sentí una conexión increíble y una fuerte corriente de empatía. Volvieron
los antiguos sentimientos de inseguridad, frustración y soledad, y me quedé
totalmente sin aliento. Sentí como si me estuviera cocinando bajo las luces del
escenario, comencé a sentirme aletargado.
No
era precisamente un ataque de pánico, más bien la visión de ese pequeño había
tocado al niño que habita en mí. En ese momento tuve una revelación que me
devolvió la calma. Al crecer no conté con alguien que compartiera mi situación
y que pudiera guiarme.
Pero ahora Daniel sí tiene a alguien.
Yo puedo ayudarlo, mis padres pueden ayudar a los suyos; él no tiene por qué
pasar por lo que yo pasé. Tal vez le puedo evitar algo del dolor que yo tuve
que soportar.
Ahí descubrí que, aun con
lo difícil que era vivir sin miembros, mi vida tenía un valor que debía
compartir. No me hacía falta nada para marcar una diferencia en el mundo. Dar
valor e inspirar a otros se convertirían en mi alegría; aun cuando no pudiera cambiar
este planeta tanto como lo deseaba, tenía la certeza de que mi vida no sería un
desperdicio. Estaba y estoy decidido a realizar una contribución.
Tú debes creer en tu poder para lograr
lo mismo. La vida sin significado pierde toda esperanza. La vida sin esperanza
carece de fe. Si encuentras una manera de contribuir, descubrirás el
significado: la esperanza y la fe también llegarán de manera natural y te
acompañarán en el futuro.
Se
suponía que mi visita a la iglesia de la avenida Knott sería para inspirar y
motivar a otros, pero a pesar de que al principio, cuando vi a ese niño, me
sentí un poco abrumado, terminó siendo una poderosa confirmación de cómo podía
influir en las vidas de mucha gente, en especial de aquella que se enfrenta a
desafíos mayores como en el caso de Daniel y sus padres.
Una vida sin límites El encuentro fue tan
fuerte que tuve que compartir con la congregación mis sentimientos y lo que
estaba viendo. Por ello invité a los padres de Daniel a que lo trajeran al
podio. «No existen las coincidencias en la vida», dije. «Cada respiro y cada
paso han sido ordenados por Dios. No es una coincidencia que haya otro niño sin
piernas ni brazos en este salón».
En
cuanto dije eso, Daniel nos regaló una sonrisa radiante y cautivó a todos en la
iglesia. Cuando su padre lo sostuvo erguido a mi lado, la congregación guardó
silencio. La visión de los dos juntos, un joven y un niño que comparten los
mismos desafíos, sonriendo el uno al otro, provocó llantos y sollozos entre la
gente de los bancos que nos rodeaban. No suelo llorar con facilidad, pero en
cuanto se desató un mar de lágrimas entre los que me rodeaban, no pude evitar
unirme a ellos. Recuerdo que esa noche en casa no pude decir una sola palabra.
Continuaba pensando en el pequeño y en cómo debía sentir lo que yo había
experimentado a su edad.
También pensé en cómo se sentiría
conforme se fuera haciendo más consciente, cuando se encontrara con la crueldad
y el rechazo que yo había sufrido. Me sentía triste por él y por el sufrimiento
que tendría que soportar, pero después me pude sentir un poco más animado
porque sabía que mis padres y yo podríamos aligerar su carga, incluso, iluminar
la esperanza en su corazón.
Estaba
desesperado por contarle a mis padres esto, porque sabía que de inmediato
desearían conocer al pequeño y compartir la esperanza con él y con sus padres. Mamá y papá habían pasado por
demasiadas experiencias y no habían tenido a nadie que los guiara. Sabía que
estarían agradecidos por tener la oportunidad de ayudar a esta familia
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