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DESCANSO AL SEPTIMO DIA



La frase "trabajar, trabajar y trabajar" se ha convertido en un estilo de vida para muchas personas, especialmente para adictos al trabajo.

Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con el peligro que representa la obsesión por el trabajo. Pues bien, las consecuencias se evidencian en una sensación de vacío existencial como producto de una filosofía de vida centrada solamente en la dimensión del trabajo por el trabajo.

La trampa sicológica opera de la siguiente manera: el trabajar y trabajar proporciona generalmente positivos resultados a nivel laboral, profesional, y productivo, pero casi siempre a costa de los valores más preciados: la salud , la vida, la familia, las relaciones de pareja, el sosiego, en una palabra, eso que llamamos felicidad.

Tan pronto se experimenta el "vacío" se dispara un incontrolado deseo de trabajar, trabajar y trabajar. Se convierte así el trabajo en un escape o refugio para aliviar de alguna manera la carencia de verdaderos satisfactores de vida.

Difícilmente los médicos y sicólogos logran convencer a las personas adictas al trabajo a cambiar de actitud, puesto que se sienten tan "ocupados" que no hay espacio para los consejos de salud preventiva, ni para poner en práctica el mensaje que contiene la expresión bíblica "y al séptimo día, Dios descansó."

Si bien es cierto que un individuo en el libre ejercicio de su autonomía moral puede sacrificar u ofrendar su vida y salud, sus satisfacciones personales e incluso sus bienes, en beneficio de valores supremos como la humanidad, la patria, el bien común, no es menos cierto que la conducta enfermiza se esconde y justifica en esta argumentación cuando, en realidad, lo que busca es reconocimiento y poder, o la satisfacción de su delirio paranoico de grandeza.

Mientras uno de los pilares de la cultura oriental es la práctica de la filosofía de la paz y la armonía de vida (sin que esto signifique dejar de ser productivo), el hombre occidental, en cambio, vive sumido en un mundo lleno de estrés, en la aparente fascinación del andar acelerado y agitado (pura adrenalina) y en la loca carrera del logro de una meta tras otra meta.

Estas personas las encuentra uno en todas partes y haciendo de todo, con un gran olvido de la actitud serena y placentera. Generalmente, son excelentes ejecutivos y líderes, pero en el fondo experimentan un gran vacío y la sensación de insatisfacción muy a pesar de sus éxitos externos, sencillamente porque no se quieren, ni han aprendido a querer realmente a nadie, puesto que anteponen el trabajo a cualquier otro valor.

Tienden a ironizar y a criticar la conducta de quienes han aprendido a disfrutar del día a día sin dejar de ser activos y responsables. Pero, en el fondo, lo que lamentan o envidian es no poder hacer lo mismo, porque se encuentran atrapados por sus excesivas ocupaciones y descontrolado hiperactivismo.

Se ha demostrado que los altos niveles de estrés generado por las personas "muy ocupadas" tienden a bajar las defensas del organismo y frecuentemente sufren o padecen de tos alérgica, de una gripita persistente, otras veces de alergias cutáneas, irritabilidad, insomnios y toda clase de somatizaciones.

Es la consecuencia lógica de la violación del principio ético "no hay que vivir para trabajar, sino trabajar para vivir". Tal parece que la naturaleza se encarga de pasar cuenta de cobro a quien no se compadece de ella. Por más fuerte y trabajadora que se considere una persona no debe abusar del trabajo, porque tarde o temprano termina siendo víctima de su errónea conducta frente a la vida. Es bueno el cilantro, pero no tanto.

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