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¿QUE ES EL LIBRE ALBEDRIO?

EL LIBRE ALBEDRIO

El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones.

El concepto se ha extendido en ocasiones a los animales.

El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas, jurídicas y científicas. Por ejemplo, en la ética puede suponer que los individuos pueden ser responsables de sus propias acciones. En la psicología, implica que la mente controla algunas de las acciones del cuerpo, algunas de las cuales son conscientes. En el reino científico, el libre albedrío se puede percibir en las acciones del cuerpo, incluyendo al cerebro, no siendo determinadamente enteramente por la causalidad física.

La existencia del libre albedrío ha sido un tema central a través de la historia de la filosofía y la ciencia.

Intente no pensar en un oso blanco. Inténtelo con ganas: no piense en un oso blanco. ¿A que no se puede evitar? Este es el experimento al que sometió a sus alumnos Daniel Wegner, un profesor de psicología de Harvard. Después les pedí que hablaran durante cinco minutos sobre cualquier cosa que se les ocurriera. “Mencionaron un oso blanco inmediatamente”, comenta Wegner. “Si después les pedía que pensaran en cualquier cosa, mencionaran más veces a un oso blanco que a los que les dijera que pensaran en él”. Un experimento tan sencillo como éste nos revela lo difícil que resulta cumplir con lo que consciente y libremente hemos escogido.

El libre albedrío viene a ser la relación entre nuestros pensamientos y nuestras acciones

La revista New Yorker publicó hace unos años una viñeta donde una mujer decía ante un tribunal: “Es verdad, mi marido me pegaba por la infancia que tuvo; pero yo le mate por la que tuve yo”. ¿Dónde queda aquí el libre albedrío?

Como técnica de control mental, puede crear obsesiones. Dicho de otro modo: si nos pasamos el día apartando de nuestra mente la idea de comida porque estamos a dieta, no dejaremos de pensar en ella. Intentar no hacerlo es lo que lo mantiene en nuestra cabeza”. Nuestra libertad de acción con lo que sucede dentro de nuestro cerebro no es tan amplia como creemos. Y al parecer, tampoco la tenemos fuera.

No quiere decir que no ejerzamos ningún control sobre nuestras acciones pues las podemos modificar cuando están en marcha: el cerebro propone y la mente dispone.

Percibimos dos situaciones, el pensamiento y la acción, y nuestro cerebro une los puntos independientemente de que exista una relación causa-efecto. El cerebro la asume y el punto.

El cerebro decide que es el causante de lo sucedido después de realizar una acción.

“El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora. La gente experimenta el libre albedrío. Creen que son libres. Pero cuanto más escudriñas, más te da cuenta de que no lo tenemos”.

Nuestro cerebro está programado para creer que si pensamos en algo, ese algo va a suceder. La simple decisión consciente de hacer algo no tiene por qué ser la causa de que lo hagamos.

Los animales, y particularmente los insectos, suelen compararse con robots que solo responden a estímulos externos. ¿Qué pasaría si no los tuvieran? Los animales no tienen conciencia.

Somos conscientes de que algo ha cambiado cuando estamos seguros de ello, no cuando lo detectamos por primera vez.

En dos experimentos recientes, los psicólogos Kathleen Vohs de la Universidad de Minnesota y Jonathan Schooler de la Universidad de Columbia Británica han puesto una prueba el efecto que tiene creer en el libro albedrío sobre nuestro comportamiento ético. Para ello, propusieron a varios estudiantes realizar un examen de matemáticas ante un ordenador, pero se les advertía que el programa no funcionaba del todo bien porque a veces las respuestas aparecían en la pantalla. Para evitar verlas ejercer presionar la barra de espacio tan pronto como asomaran. En definitiva, se apelaba a la honradez de los estudiantes. Previo al examen se les había dividido en dos grupos. A uno se les había entregado un texto donde se afirmaba que estaba científicamente demostrado que el libre albedrío era una ilusión, un efecto espurio de la química cerebral. A la otra mitad no se les dijo nada. ¿Qué grupo copió más en el examen? El primero. En un segundo ensayo los psicologos dieron sus estudiantes un test cognitivo muy dificil. Debían resolverlo sin ayuda y al final les cantaban las respuestas para que se autocorrigieran. Por cada acierto pude levantarse y coger un dolar de un sobre situado en el otro extremo de la habitacion. Aquellos que creían en el libre albedrío fueron más reticentes a autorregalarse el dólar.

Muchos creen que si no existe el libre albedrío nos dedicaríamos a hacer lo que quisiéramos por obra y gracia del mantra “qué importa”. No tiene por qué ser así, del mismo modo que no creer en un ser superior deviene en una falta de moral absoluta. ¿No es más probable que dudar de la existencia del libre albedrío nos sirva para proporcionar una excusa ante los demás por haber hecho lo que nos dio la gana? Dice un viejo aforismo que el carácter es hacer aquello que debes hacer aún sabiendo que puedes hacer cualquier otra cosa. El problema fundamental se encuentra, en que acabamos confundiendo explicación con exculpación. ¿Sabes que es lo más curioso? Sea el libre albedrío una ilusión o no lo sea, todo seguiría como hasta ahora.

REFLEXIÓN

¿SOMOS LIBRES O NO?

¿HASTA DONDE LLEGA NUESTRA LIBERTAD?

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